TÉCNICAS
DE TERAPIA FAMILIAR
Planificación
Familias de pas de
deux
Supongamos que la familia se
componga de dos personas solamente. El terapeuta puede conjeturar que con
probabilidad están muy apegadas. Si se trata de madre e hijo, es posible que
éste pase mucho tiempo en compañía de adultos. Acaso esté adelantado en su
capacidad verbal; y como en un elevado porcentaje sus interacciones son con
adultos, se interesará por los temas de éstos antes que sus coetáneos y
parecerá más maduro. Quizá pase menos tiempo de lo corriente con los niños de
su edad; entonces tendrá con ellos menos cosas en común y quizás esté en
desventaja en los juegos físicos. La estructura de dos personas es proclive a
una formación de liquen en que los individuos contraen una recíproca
dependencia casi simbiótica.
El
niño parental es puesto en una situación que lo excluye del subsistema de los
hermanos y lo eleva hasta el subsistema parental. Esa situación tiene aspectos
atractivos, puesto que el niño tiene acceso directo a los progenitores; además,
puede promover sus habilidades ejecutivas.
Familias de tres generaciones.
La
familia extensa con varias generaciones que viven en íntima relación es
probablemente la configuración familiar más típica en todo el mundo. Diversos
terapeutas han destacado la importancia de trabajar con tres generaciones
Son
muchas las formas de familia de tres generaciones, desde la combinación de
progenitor soltero, abuelo y niño, hasta la compleja red de vastos sistemas de
parentesco que no necesitan estar alojados en un mismo domicilio para ejercer
notable influjo. Puede ser indispensable para el terapeuta descubrir cuál es
realmente «la familia», cuántos miembros tiene y qué nivel de contacto
sostienen éstos con la red extensa. En ningún caso se debe subestimar el
influjo de la familia extensa sobre las funciones de la familia nuclear.
Familias con soporte
Cuando
las instituciones aumentan de tamaño, es preciso delegar autoridad. Cuando son
muchos los niños en un hogar, por lo común uno de ellos, y a veces varios de
los mayores, reciben responsabilidades parentales. Estos niños parentales toman
sobre sí funciones de crianza de los demás niños, como representantes de los
padres.
Existe
el peligro potencial de que los niños parentales contraigan síntomas cuando se
descargan sobre sus hombros responsabilidades superiores a sus fuerzas o no se
les confiere la autoridad que les permitiera ponerlas en práctica. En la
terapia puede ser eficaz emplear técnicas de fijación de fronteras que
reorganicen el subsistema parental sin el niño parental.
Familias acordeón.

El
progenitor periférico debe ser reinsertado en una posición provista de sentido.
La familia tiene que comprender que forma una familia «nueva». Esta concepción
es de aceptación bastante difícil porque las «partes» de la familia han
permanecido juntas durante largo tiempo; sólo la configuración de la familia es
nueva.
Las familias cambiantes.
Ciertas
familias cambian constantemente de domicilio, esta configuración puede
permanecer oculta al terapeuta en el contacto inicial, pero se irá poniendo de
manifiesto a medida que trabaje con la familia. Si el cambio de contexto
interesa a adultos que desempeñan un papel significativo, es importante para el
terapeuta reconstruir un historial que le permita determinar si lo que parece
una organización estable no es, en realidad, transitoria. En tal caso parte de
la función del terapeuta será ayudar a la familia para que defina con claridad
su estructura organizativa.
Las familias cambian
para adaptarse a diversas circunstancias. En consecuencia, sucesos que obedecen
a estos estadios de desarrollo pueden amenazar el equilibrio familiar.
Cuando
un padre adoptivo se agrega a la unidad familiar, tiene que pasar por un
proceso de integración que puede ser más o menos logrado. El nuevo padre puede
no entregarse a la nueva familia con un compromiso pleno, o la unidad
originaria puede mantenerlo en una posición periférica. En esta configuración
familiar, las crisis son comparables a los problemas que surgen en un organismo
familiar reciente; se las debe considerar normales.
Familias con un fantasma.
Cuando
la queja que motiva la demanda es un problema psicosomático de alguno de los
miembros de la familia, la estructura de ésta incluye una excesiva insistencia
en los cuidados tiernos. La familia parece funcionar óptimamente cuando alguien
está enfermo. Este tipo de familia se destaca por las relaciones de lealtad y
de protección que en ella imperan; en suma, es la familia ideal.
La
terapia de Whitaker es desconcertante por la gama de sus intervenciones.
Utiliza el humor, el abordaje indirecto, la seducción, la indignación, el
proceso primario, el tedio y aun el acto de quedarse dormido como instrumentos
igualmente potentes para el contacto y el desafío. Al término de la terapia,
todos los miembros de la familia han quedado tocados por la magia trastornante
de Whitaker. Todos se sentirán cuestionados, incomprendidos, aceptados,
rechazados o insultados.
Familias con padrastro o madrastra.

En
ciertos casos puede ser conveniente para los miembros de las dos familias
originales mantener al comienzo sus fronteras funcionales y relacionarse como
dos mitades que cooperan para resolver problemas en la vía que la familia sigue
hacia la configuración de un solo organismo.
Familias con un fantasma.
La
familia que ha sufrido muerte o deserción puede tropezar con problemas para
reasignar las tareas del miembro que falta. Apropiarse de las funciones de la
madre se convierte entonces en un acto de deslealtad a su memoria. Los miembros
de estas familias pueden vivir sus problemas como la consecuencia de un duelo
incompleto.
Pero
si el terapeuta obra con este supuesto, puede cristalizar a la familia en lugar
de ayudarla para que avance hacia una organización nueva. Desde el punto de
vista terapéutico, se trata de una familia en transición. Las configuraciones
anteriores estorban el desarrollo de nuevas estructuras.
Familias descontroladas.
En
familias en que uno de sus miembros presenta síntomas en el área del control,
el terapeuta supone la existencia de problemas en uno o varios entre
determinados campos: la organización jerárquica de la familia, la puesta en
práctica de las funciones ejecutivas dentro del subsistema parental y la
proximidad entre miembros de la familia. Las pautas de comunicación tienden a
ser caóticas en estas familias. Los participantes no cuentan con ser
escuchados, y los mensajes sobre la modalidad del vínculo son más importantes
que el contenido. Las comunicaciones parecen organizadas en torno de secuencias
o interacciones nimias, inconexas, provistas de un valor afectivo.
Familias psicosomáticas.
Uno
de los problemas con que el terapeuta tropieza en estas familias es justamente
su carácter agradable. Sus miembros parecen ansiosos por responder. El
terapeuta puede creer que cooperan con él, sólo para sentirse una y otra vez
decepcionado por los problemas que le oponen, así como por la facilidad con que
lo absorben en las melosidades de su política de paz a cualquier precio.
Cambio.
Whitaker
considera la familia como un sistema en que todos los miembros tienen la misma
significación. Es preciso cambiarlos individualmente a fin de modificar el
conjunto. Y en armonía con esto, cuestiona a cada uno de los miembros de la
familia, socavando su cómoda adhesión al modo compartido de aprehender la vida.
Cada individuo es llevado a vivenciar lo absurdo de aceptar como válida la
peculiar cosmovisión de la familia. Whitaker parece partir del supuesto de que
cuestionando de esa manera las formas surgirán procesos creadores en los
individuos y en la familia como un todo, De este revoltijo vivencial puede
nacer un mejor ordenamiento entre los miembros de la familia.
La
formulación estratégica, cuyos representantes son Haley y Madanes, difiere
notablemente de la que acabamos de exponer. En este caso las técnicas apuntan a
una meta, a saber, mitigar aspectos disfuncionales específicos de la familia.
La escuela estratégica considera la familia
como un sistema complejo, diferenciado en subsistemas que presentan un orden
jerárquico. Una disfunción en cierto subsistema puede tener expresión analógica
en otro; en particular, la organización de los miembros de la familia en torno
del síntoma se toma como un enunciado analógico de estructuras disfuncionales.

Cuando
el terapeuta se hace copartícipe de la familia, se convierte en miembro
participante del sistema que intenta transformar. Los sectores disfuncionales
dentro de la familia a menudo obedecen a una alianza excesiva o escasa. Por
ello la terapia es en buena medida un proceso en que se verifica la proximidad
y la distancia. El terapeuta puede desplazar su posición y trabajar en subsistemas
diferentes, cuestionando la demarcación que los miembros de la familia hacen de
sus papeles y sus funciones. Las técnicas de que se dispone para esta
estrategia son la fijación de fronteras, el desequilibramiento y la enseñanza
de la complementariedad.
La escenificación es la
técnica por la cual el terapeuta pide a la familia que dance en su presencia.
Así construye una secuencia interpersonal en la sesión, en que se ponen en
escena interacciones disfuncionales entre los miembros de la familia. Esta
escenificación se produce en el contexto de la sesión, en el presente y en
relación con el terapeuta. Al tiempo que la promueve, éste tiene la posibilidad
de observar los modos verbales y no verbales en que los miembros de la familia
emiten señales unos hacia otros y controlan la gama de las interacciones
tolerables. Entonces el terapeuta puede intervenir en el proceso, sea para
aumentar su intensidad, prolongar la duración de la interacción, hacer
participar a otros miembros de la familia, indicar modos diferentes de
interacción e introducir sondeos experimentales que proporcionarán información
tanto al terapeuta como a la familia sobre la índole del problema, la
flexibilidad de las interacciones familiares para la búsqueda de soluciones y
la virtualidad de modalidades diferentes de desempeño dentro del marco
terapéutico.
Cuando observa a una
familia, el clínico es inundado por los datos. Es preciso deslindar fronteras,
poner de relieve los lados fuertes, señalar problemas, investigar funciones
complementarias. El terapeuta seleccionará y organizará estos datos dentro de
un esquema que les confiera sentido. Pero esta organización debe ser al propio
tiempo un esquema terapéutico que promueva el cambio. En consecuencia, el
terapeuta organizará los hechos que percibe de manera que formen trazos entre
ellos y posean también pertinencia terapéutica.
Intervenciones únicas, por inspiradas que sean, rara vez son eficaces para modificar pautas de interacción que han regido años y años. Los sistemas poseen una inercia que resiste al cambio y hace falta la repetición para que sobrevenga una modificación de pautas. La terapia es asunto de repetición, donde los cambios estructurales deseados se promueven por muy diferentes vías. La meta terapéutica, que consiste en alcanzar pautas interactivas nuevas y más funcionales para la familia, permanece en la mente del terapeuta durante toda la sesión. Guía su repetición de intervenciones de valor terapéutico.
Resistencia a la presión de la familia.
Cuestionamiento
del síntoma
Las
familias que acuden a la terapia tras una lucha prolongada por lo común han
individualizado a uno de sus miembros como la fuente del problema. Inundan al
terapeuta con el relato de su lucha, las soluciones ensayadas y el fracaso de
todos los intentos. Pero el terapeuta ingresa en la situación terapéutica con
el supuesto de que la familia se equivoca. El problema no reside en el paciente
individualizado, sino en ciertas pautas de interacción de la familia. El
terapeuta de tendencia estratégica considera que el síntoma es una solución
protectora: el portador de síntoma se sacrifica para defender la homeostasis de
la familia.

Cuestionamiento
de la estructura familiar.
La
concepción del mundo de los miembros de la familia depende en gran medida de
las posiciones que ellos ocupan dentro de diferentes bolones familiares.

Escenificación

Enfoque

Al mismo tiempo
desechará los diversos campos que, siendo estresantes, no son por el momento
útiles para su meta terapéutica. En la sesión escogerá ciertos elementos de la
interacción de esta familia y organizará el material de manera que guarde
armonía con su estrategia terapéutica.
El esquema del
terapeuta incluye tanto una meta estructural como una estrategia para lograr
esa meta. Por ejemplo, si quiere cuestionar una familia demasiado fusionada,
puede enfocar las desdibujadas fronteras entre sus miembros. El modo en que lo
haga estará determinado por el contenido y la marcha de la sesión. Pero los
datos experimentarán una transformación impuesta por el tema terapéutico.
El terapeuta tiene que
saber también que el enfoque lo hace vulnerable a los peligros de la absorción.
Cuando se acomoda a la familia v selecciona datos, puede verse inducido a
elegir precisamente aquellos que a la familia le resulta cómodo presentar. El
oficio del terapeuta es asistir al cambio familiar, no hacer que ellos se
sientan cómodos.
En el enfoque, el
terapeuta, tras seleccionar elementos que parecen pertinentes para el cambio
terapéutico, organiza los datos de las interacciones familiares en torno de un
tema que les imparte un sentido nuevo.
Repetición del mensaje.
El terapeuta repite su
mensaje muchas veces en el curso de la terapia. Es una técnica importante para
el incremento de la intensidad. La repetición puede recaer tanto sobre el
contenido como sobre la estructura.
Que el terapeuta no
hable de otra cosa durante toda la sesión indica que el asunto no puede menos
que ser importantísimo. Además, el terapeuta produce intensidad en el orden del
proceso. Si él se niega a moverse, la familia estará forzada a hacerlo, es
decir, que se producirá un reordenamiento en torno del terapeuta estático.
El terapeuta puede obtener atención incesante para un asunto determinado
si lo expone una y otra vez con la misma frase, al modo de una letanía o puede
exponerlo de diversas maneras, recurriendo a su capacidad para formar metáforas
e imágenes como haría un poeta o un pintor; en este caso enfocará una
diversidad de interacciones de tal modo que cada exposición nueva ponga de
relieve la identidad de las interacciones.
Repetición de
interacciones isomórficas.
Otra variedad de repetición incluye mensajes que en la superficie parecen diversos pero que son idénticos en un nivel más profundo. Aunque su contenido es diferente, están dirigidos a interacciones isomórficas dentro de estructura familiar.
La estructura familiar se manifiesta en una diversidad de interacciones que responden a un mismo sistema de reglas y que en consecuencia son equivalentes desde el punto de vista dinámico. El cuestionamiento; de estas estructuras [morfos] equivalentes [iso] produce intensidad por la repetición de mensajes dentro de un proceso. Esta intervención puede enfocar interacciones que interesan a la terapia y reunir sucesos en apariencia desconectados en un significado orgánico único, con lo cual se acrecienta la experiencia que los miembros de la familia tienen de la regla familiar constreñidora.

.
Modificación del tiempo.
Los miembros de la
familia han elaborado un sistema de notación que regula el tiempo y el compás de
su danza. Algunas de estas notas son transmitidas por pequeñas señales no
verbales que vehiculizan el mensaje. Este señalamiento es tan automático que
los miembros de la familia responden sin advertir que han llegado a un
territorio prohibido y son retenidos por las riendas del sistema familiar.
Una de las técnicas que
permiten incrementar la intensidad consiste en alentar el terapeuta a los
miembros de la familia para que continúen interactuando después que las reglas
del sistema han puesto luz amarilla o roja.
Resistencia a la presión de la familia.
En ocasiones, «no hacer» puede producir intensidad en la terapia. Esto es verdadero sobre todo cuando el terapeuta no hace lo que el sistema familiar «desea que haga». De manera necesaria e inadvertida los terapeutas son absorbidos en el sistema familiar en su condición de miembros del sistema terapéutico. En ocasiones esta absorción contribuye a mantener una homeostasis familiar disfuncional. Con su resistencia a ser absorbido por el sistema, el terapeuta introduce intensidad en la terapia.
La escenificación se asemeja a una conversación en que el terapeuta y la familia tratan de que el otro vea el mundo como él lo ve. La intensidad se puede comparar con un cotejo de gritos entre el terapeuta y una familia dura de oído. La eficacia terapéutica puede disminuir muchísimo si la orientación terapéutica hace creer que un mensaje terapéutico se recibió porque fue emitido, y también a causa de las reglas de etiqueta en virtud de las cuales la gente tiende a fingir comprensión para no parecer brusca. Es preciso que la familia oiga realmente el mensaje del terapeuta. Si son duros de oído, aquél tendrá que gritar.
Reestructuración.

Los
individuos pertenecen a una multiplicidad de holones y cumplen papeles
diferentes en cada uno de ellos. En cada holón se activan segmentos del
repertorio vivencial de los individuos.
El crecimiento en una familia funcional es un proceso flexible cuyo
resultado es un individuo de múltiples facetas capaz de adaptarse a contextos
cambiantes.
Puesto
que la terapia supone un cuestionamiento de la estructura familiar, es preciso
que el terapeuta comprenda el desarrollo normal de las familias y el poder que
las reglas de los holones ejercen sobre el íntegro desarrollo de los miembros
de la familia.
Las
técnicas de fijación de fronteras regulan la permeabilidad de las que separan a
los holones entre sí. He aquí el concepto rector: participar en el contexto
específico de un holón específico requiere respuestas específicas para ese
contexto.
Distancia psicológica

Duración de la interacción.
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Las
técnicas de fijación de fronteras se aprenden con facilidad y pueden ser
utilizadas con eficacia aún por terapeutas que no posean una estructura teórica
que les permita ordenar e integrar los fenómenos que observan o producen. Pero
en estos casos, la fijación de fronteras, aunque se la realice con elegancia,
no será más que un fenómeno aislado.
Desequilibramiento
En
las técnicas de fijación de fronteras el terapeuta se propone cambiar las
afiliaciones de los miembros de la familia a los diversos subsistemas o la
distancia entre los subsistemas. En el desequilibramiento, por el contrario, la
meta es cambiar el vínculo jerárquico entre los miembros de un subsistema.
El
desequilibramiento de un sistema puede producir cambios significativos cuando
los miembros individuales de la familia son capaces de experimentar con roles y
funciones ampliados en contextos interpersonales. Estos cambios pueden llegar a
engendrar realidades nuevas para los miembros de la familia. Puesto que la
realidad de éstos es una cuestión de perspectiva y de puntuación, todo cambio
en la posición jerárquica en el seno de la familia produce un cambio en la
perspectiva de sus miembros en relación con lo que se considera permitido en
las interacciones entre ellos.

Alianza con miembros de la familia.

técnica de alianza. El terapeuta confirma a las personas, pone de relieve su lado fuerte y de este modo se convierte para ellas en una fuente importante de autoestima. En virtud del empeño que pone en utilizarse a sí mismo para crear un contexto de confianza y esperanza, promueve la búsqueda y experimentación de alternativas. Para desequilibrar, recurrirá a su alianza con un miembro de la familia, destinada a modificar su posición jerárquica dentro del sistema familiar. El hecho de enfocar a un miembro, modifica la posición de todos los demás. Si bien se puede desequilibrar aliándose con un miembro dominante del grupo, en la mayoría de los casos esta técnica se utiliza para brindar apoyo a un miembro periférico o de posición inferior dentro de la familia. Esta persona, cuando siente la alianza del terapeuta, empezará a cuestionar su posición prescrita dentro del sistema.
Alianza alternante.
En
ciertas familias, una alianza alternante con subsistemas en conflicto puede
producir un cambio en la pauta jerárquica de la familia. La
meta de esta técnica consiste en atribuir a cada subsistema pericias diferentes
y complementarias; de este modo, en lugar de competir por la jerarquía dentro
del mismo contexto, los miembros de la familia ensayarán nuevas modalidades de
relación en un marco más amplio.
Ignorar a miembros de la familia.


Esta
técnica de desequilibramiento contraría la manera de ser que la cultura ha
impreso en el terapeuta; en efecto, demanda la capacidad de hablar y obrar como
si ciertas personas fueran invisibles. Los miembros de la familia desconocidos
se sienten cuestionados en su derecho más esencial, el de ser reconocidos. Se
rebelarán contra una tan radical falta de respeto recurriendo a alguna
modalidad de demanda o de ataque. Su rebelión contra el terapeuta puede cobrar
la forma de un desafío directo, pero más a menudo consistirá en una llamada a
cerrar filas con los demás miembros de la familia. Esta última interacción, que
conlleva muchas veces un reclamo de coalición contra el terapeuta, posibilita
un realineamiento de las jerarquías familiares.
Desde
luego que, como consecuencia de esta técnica, el miembro blanco de ella se
tensiona, pero el miembro de la familia que entra en coalición con el terapeuta
no queda menos tensionado. Participa en la coalición al precio de ser capaz de
rebasar el umbral de interacciones habituales y de apoyar al terapeuta en un
franco desafío a un miembro poderoso de la familia.
Coalición contra miembros de la familia.
En
esta técnica de desequilibramíento, el terapeuta participa como miembro de una
coalición contra uno o más miembros de- la familia.
En
otro tipo de coalición, el terapeuta se alia con un miembro o un subsistema
dominante en la familia, a fin de empujarlos a ser eficaces en su función
atribuida o natural.
Es
posible que el terapeuta se vea precisado a continuar con sus técnicas de
desequilibramiento durante varias sesiones, lo que mantendrá a la familia en un
estado de tensión. Tiene que ser capaz de apoyar a los miembros de la familia
al tiempo que introduce tensión en el sistema.
COMPLEMENTARIEDAD.
No
obstante, en este conflicto entre el concepto del yo como unidad y el yo como
parte de un todo, hay complementariedad de opuestos.
El
conflicto entre la idea del individuo como sí-mismo y del individuo como parte
del todo es fruto de una división innecesaria.

Para
promover este modo diferente de conocimiento, el terapeuta tiene que cuestionar
la epistemología habitual de los miembros de la familia en tres aspectos. En
primer lugar, cuestionará el problema: la certidumbre de la familia de que
existe un paciente individualizado. En segundo lugar, cuestionará la idea
lineal de que un miembro de la familia controla al sistema, cuando en verdad
cada uno de los miembros sirve de contexto a los demás. En tercer lugar,
cuestionará el modo en que la familia recorta los sucesos.
Cuestionamiento del
problema.
El
primer cuestionamiento del terapeuta a la certidumbre de que existiría un
paciente individualizado, con independencia del contexto, puede ser simple y
directo.
La
terapia parte del consenso, compartido por los miembros de la familia y el
terapeuta, de que algo anda mal. La familia está en terapia porque su modo de
ser ha resultado insuficiente y sus miembros desean buscar alternativas. Pero,
adheridos como están a sus verdades habituales, ofrecerán resistencia a las
alternativas aun en el mismo momento en que las buscan. El terapeuta, que ocupa
la posición jerárquica del perito, puede, con una simple declaración (por
ejemplo: «Veo en la familia factores que contradicen su opinión de que el
enfermo sería usted»), arrojar una luz diferente sobre la experiencia
compartida de que un individuo es el problema.
PARADOJAS.
El
empleo que hacemos de las paradojas se basa en tres conceptos que admitimos
como supuestos: la familia es un sistema autorregulador; el síntoma es un
mecanismo de autorregulación y, por último, el concepto de resistencia
sistémica al cambio, que es consecuencia de los dos anteriores. Como el síntoma
se utiliza para regular una parte disfuncional del sistema, si el síntoma es
eliminado, esa parte del sistema quedará sin regulación.
Utilizamos las paradojas sobre todo como
instrumento clínico para enfrentar esta resistencia y evitar una lucha por el
poder entre la familia y el terapeuta. Las familias con hijos sintomáticos
suelen presentar al terapeuta una demanda contradictoria: piden que el síntoma
se modifique, pero sin cambiar su sistema.

Las
intervenciones se pueden clasificar como directas o basadas en la aceptación,
por el hecho de que el terapeuta espera que la familia las aceptará; y como
paradójicas y basadas en el desafío, por el hecho de que el terapeuta espera
que la familia las desafiará.
Intervenciones directas,
basadas en la aceptación.
Por
intervenciones directas se entienden consejos, explicaciones, sugerencias,
interpretaciones y tareas, que están destinadas a que se las tome literalmente
y a que se las respete como se las prescribió. Su objetivo es modificar de
manera directa las reglas o los roles de la familia.

Intervenciones
paradójicas, basadas en el desafío.

Inversiones, basadas en la
aceptación y el desafío.

Las
inversiones se utilizan cuando se tiene la impresión de que un segmento de la
familia es capaz de invertir una posición nuclear que afectará a otro segmento.
Es una combinación de estas técnicas lo que se utiliza con la mayoría de las
familias en el curso del tratamiento, según la evaluación que haga el terapeuta
de este factor de aceptación desafío.
Fidelidad a la paradoja
sistémica.
Después
de formulada y pronunciada la paradoja sistémica, se presenta la difícil tarea
de mantenerse fiel a ella. Lo más probable es que en la sesión siguiente la
familia no mencione el mensaje. Sus miembros recurrirán a diversos e ingeniosos
métodos para tratar de eliminarlo, desde ignorarlo, olvidarlo, desecharlo,
contradecirlo, hasta presentarse con una crisis nueva que nada tiene que ver
con el problema originado. El paso siguiente exige que el terapeuta persista
sin desmayo en su definición circular del problema e introduzca una y otra vez
la conducta de la familia en el nuevo marco.
Para
ello tiene que estar conducido de que su percepción es correcta. La falta de
convicción suele estorbar a los principiantes la emisión de un mensaje
paradójico. Temerosos de que suene absurdo, toman conciencia de esa situación y
lo entilen de una manera tentativa, con la consecuencia de que la familia lo
percibe como burla o sarcasmo. Para que resulte eficaz se lo tiene que formular
con total sinceridad, sólo posible si se cree que ésa es la verdad sistémica de
la familia.

Bibliografía:
Minuchin, Salvador Técnicas de terapia familiar / Salvador Minuchin y Charles Fishman.- Ia. ed. - Buenos Aires : Paidós, 2004
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